Una de las frases que más escucho en mis talleres es: “como me cuesta ser empático”
Es que la empatía es una de esas habilidades que sabemos de que se trata pero nos es muy difícil llevarla a la acción. Esto valida la teoría de que para hacer hay que saber, pero saber no implica hacer. Sabemos que es la empatía, sin embargo nos cuesta ser empático.
Repasemos un poco de qué se trata la empatía y porque es importante desarrollarla desde el liderazgo.
Según lo define el Diccionario de la Real Academia Española,
la empatía es la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de alguien y
comprender lo que siente o piensa.
Esa capacidad la desarrollamos a través de dos habilidades: la escucha activa y la inteligencia emocional.
Con la escucha activa nos mantenemos en silencio, no solo de voz sino, y más importante, de mente, para estar presentes para el otro. Si hablamos o gesticulamos es solo para hacerle saber que estamos comprendiendo lo que dice, no para dar nuestra opinión o juzgar lo que escuchamos.
Cuando el otro finaliza su narrativa, podemos indagar con el solo objetivo de comprenderlo. También, podemos pedirle permiso para decirle lo que entendimos con el fin de chequear nuestra comprensión de lo dicho.
Dar nuestra opinión o recomendación sobre lo dicho solo es posible si el otro nos autoriza a hacerlo. De lo contrario, lo que necesita de nosotros es solamente que lo escuchemos.
La segunda habilidad, la inteligencia emocional, consiste en captar la emoción del otro. Es muy importante corroborar con el otro si lo que captamos concuerda con lo que siente. No es aconsejable dar como cierto la emoción que creemos que transita el otro y obrar en consecuencia. Para resolverlo la indagación es imprescindible, formular preguntas abiertas para sentir lo que el otro siente.
Estás dos habilidades son las que nos permiten ser empático.
Un líder empático establece buenas conexiones con sus liderados, generando una relación cercana, confiable y donde fluye la comunicación. Las consecuencias del desarrollo de esta habilidad son la obtención de resultados extraordinarios, el éxito de su equipo y el del líder.
Sin empatía no hay liderazgo.
Volvamos al principio. Si esto es tan beneficioso, ¿por qué nos cuesta ser empáticos?
En mi humilde opinión, nos cuesta ser empáticos porque no nos interesa el otro. Estamos tan ensimismados en nosotros mismos, somos tan egocéntricos, que no tenemos interés genuino en el otro. Nuestro interés en los demás se sustenta en poder obtener algún beneficio propio a partir de ellos. Desde ese lugar es prácticamente imposible ser empáticos.
El liderazgo es una cuestión de elección que se sustenta en la pasión por ver a las personas crecer, por lo tanto, es indispensable que el interés por el otro sea genuino, que importe su crecimiento independientemente del beneficio que eso puede traerle al líder. Para ser empático debes abrir tú corazón, porque es la manera de sentir compasión y consideración para con los demás.
Para que no te cueste ser empático,
debes tener pasión por ver crecer a las personas.
Así que te propongo que reflexiones sobre esto y te preguntes, ¿me interesa genuinamente el crecimiento de las personas? Si la respuesta es sí, entonces comienza a practicar la empatía. Si es no, entonces respira y suelta la necesidad de ser empático, vas sentir paz.
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