Ayer a la noche fui a visitar a una tía política en San Nicolás. por lo general cuando la visitamos nos cuenta una serie de historias sobre su infancia, sus trabajos que son muy entretenidas.
Ayer mientras contaba una de esas historias dijo la siguiente frase: “yo no discuto porque discutir no tiene sentido”. La conversación continuó pero a mí me quedó grabada esa frase.
Hoy recordé la frase y me puse a pensar en si alguna vez en las discusiones que tuve logré que la otra persona me de la razón o cambie de opinión. La verdad es que no encontré alguna en la que haya sucedido eso y me atrevería a decir que nunca sucedió.
Las discusiones entendidas como enfrentamientos verbales suelen ser bastante recurrentes en nuestras interacciones diarias. Tenemos desacuerdos y la necesidad de ganar una conversación se convierte en una fuerza impulsora en la mayoría de las interacciones.
La pregunta es ¿qué logramos cuando discutimos? La realidad, nada. Es mas las discusiones desgastan las relaciones y llevan a resultados que no son favorables para ninguna de las partes.
Entonces, ¿por qué son ineficaces las discusiones?
Las discusiones son ineficaces porque cada una de las partes que discuten creen que su historia es la verdadera y no se toman el tiempo de escuchar la historia del otro. La historia de uno debe prevalecer sobre la historia del otro, así se tiene la sensación de ganar.
Además, son ineficaces porque cuando discutimos se hiere la autoestima de las partes. Como cada uno tiene la necesidad de demostrar que tiene razón y que su historia prevalezca por la del otro, se desafían ambas historias de forma abierta. Al hacerlo las partes se sienten atacadas y la reacción natural es defenderse o incrementar el ataque. En lugar de lograr que se acepte la historia del otro, las personas reafirman su postura porque si ceden sería una muestra de debilidad afectando su autoestima.
Son ineficaces porque raramente hay un ganador en las discusiones. Y si hay un ganador, lo que logra es generar resentimiento en la otra parte y se gana un enemigo. Desde este punto de vista no hay chances de lograr cooperación porque lo que existe es una postura de superioridad que profundiza la división.
Por último, son ineficaces porque en las discusiones se alteran las emociones y son mas fuertes que la lógica. No hay forma de razonar cuando uno está dominado por la emoción y mucho menos cuando esa emoción es ira, enojo. Cuando la emoción esta al mando, la lógica no funciona.
¿Hay algo que podemos hacer frente a una discusión?
Lo primero que uno debe hacer ante una discusión es quedarse callado, no ponerse en contra de lo que el otro dice. Para esto se requiere humildad.
Al quedarse callado se debe escuchar activamente con empatía. Soltar la necesidad de defenderse y abrazar la necesidad de comprender al otro. Porque solo cuando se comprende al otro hay posibilidad de que la otra parte tome la misma actitud. Argumentar sin comprender no es convincente.
Si hay una discusión es muy probable que haya errores propios. Hay que reconocerlos, analizar qué parte de esa discusión esta ocasionado por uno y ponerlo sobre la mesa.
Hay que evitar manifestar que el otro está equivocado o que dijo una estupidez. Palabras de este estilo no hacen mas que generar un sentimiento de agresión en el otro y es la chispa que enciende el fuego para que la discusión se vuelva ingobernable. Entonces, hable en primera persona.
Por último, debe intentar encontrar puntos en común, cuáles son esas áreas en las que estamos de acuerdo. Empezar la conversación desde esta perspectiva hace que las emociones bajen y que las partes se sientan más cercanas en lugar de rivales.
Dicho todo esto, podemos concluir que las discusiones, como dijo mi tía política, no tienen sentido porque es imposible imponer las ideas de uno sobre las de otro. Recuerde que las discusiones hieren la autoestima y dañan las relaciones y tal vez, como decía Dale Carnegie, la única forma de salir ganando de una discusión es evitándola.
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