Iniciando un proceso de coaching con un ejecutivo me comentó que de sus evaluaciones 360 surgía que el comportamiento que debía mejorar era la escucha.
¡No sé escuchar!, me dijo.
Le pregunté: ¿tienes algún problema de audición? No, me respondió.
Volví a preguntar: ¿tienes algún problema de interpretación? No, volvió a responderme,
Por lo que decís interpreto que tú inconveniente no es que no sabes escuchar, el problema es que no quieres escuchar, ¿qué pensas de lo que te digo?
Puedes tener razón, me dijo
Este es el inconveniente de la mayoría de las personas que dicen no saber escuchar, no quieren escuchar, y solo siendo consciente del problema real podemos ser parte de la solución.
La pregunta es, ¿por qué no lo queremos escuchar?
Carl R. Rogers, psicólogo americano y uno de los fundadores del enfoque humanista en psicología, sostiene:
“creo que esto se debe a que comprender es riesgoso. Si me permito entender realmente a la otra persona, ese entendimiento puede provocar cambios en mí. Todos tenemos miedo al cambio. De modo que, en mi opinión, no es fácil, tampoco habitual, permitirse comprender a otro individuo e ingresar de manera concienzuda, completa y empática en su marco de referencia. Además, es algo extraño."
Además de lo mencionado por Rogers, existen otras razones:
A nivel cerebral, estamos programados para hablar. Según demuestran diversos estudios científicos, obtenemos mayor placer cuando hablamos que cuando escuchamos.
Queremos ser interesantes porque buscamos aprobación y aceptación constante del otro.
Consideramos que tenemos la verdad por nuestro mayor conocimiento y que el orador no tiene nada para agregarnos.
Centramos la atención en ganar la discusión y estamos pensando en lo que vamos a decir.
Cuando el otro o la otra habla, normalmente nos focalizamos en nuestra réplica, más que en dar continuidad al tema de conversación.
En la era en la que más posibilidades de comunicación tenemos, a través de medios electrónicos, es la era donde menos escuchamos.
La naturaleza ha dado una lengua pero dos oídos,
para que podamos escuchar el doble de lo que hablamos.
Epicteto
Sin embargo, la escucha es la que válida la comunicación, la que da sentido al decir del otro. Sin escucha, no hay comunicación. A partir de la escucha construimos nuestras relaciones porque nos ayuda a entender y conectar con el otro, a generar confianza y por ende predispone a la otra persona a que nos escuche. Además, nos permite interpretar la vida, incrementar nuestra capacidad de aprendizaje y proyectarnos hacia el futuro.
No hay mejor indicador de la calidad de una relación
que la manera como evaluamos la escucha que en ella se produce.
Rafael Echeverría
Lo que encontramos en la mayoría de las relaciones es que cada uno le echa la culpa al otro de que no es escuchado. Pareciera que el problema es siempre del otro. No obstante, el problema es reciproco, por lo general quien se queja de no ser escuchado no es capaz de escuchar a otros.
Es aquí donde radica la importancia de hacerse cargo que veíamos en el mes de febrero. A partir de hacerme cargo debemos trabajar en nuestra propia escucha. Con nuestro cambio es muy posible generar el cambio en la otra persona, logrando que nos escuche una vez que hemos aprendido primero a escucharlo mejor.
Como Stephen Covey define al quinto hábito de las personas altamente efectivas.
Procure primero entender, y luego ser comprendido.
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