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Foto del escritorGustavo Picolla

Estamos tan ocupados que….



Durante la semana recibí un mail cuyo contenido trataba sobre un análisis sociológico que se hizo sobre la siguiente historia:


El día 12 de enero, a las 7:51 en plena hora pico, el prestigioso violinista Joshua Bell salió del metro en la estación Plaza L’Enfant (Washington DC., E.E.U.U.) y se colocó contra una pared al lado de una papelera. Nadie podía reconocerlo a simple vista, pues era un hombre joven blanco con pantalones vaqueros, una camiseta de manga larga y una gorra de béisbol de los Nationals de Washington. En menos de una hora pasaron delante de él más de 1000 personas, la mayoría de ellas con destino a su lugar de trabajo.

De un pequeño maletín, sacó un violín (casualmente, uno de los más valiosos que se hayan fabricado) y astutamente dejó unos pocos dólares y algunas monedas antes de disponerse a tocar. En los siguientes 43 minutos interpretó seis piezas clásicas, no piezas populares sino algunas de las piezas más elegantes que jamás se hayan escrito, obras maestras que han perdurado durante siglos por su brillantez, una música acorde con la grandeza de catedrales y auditorios nacionales. El sonido era casi sinfónico, llegando a todas partes pues, según el Washington Post, la acústica fue sorprendentemente amable.

Tres minutos pasaron antes de que alguien mostrase algún interés. Más de sesenta personas ya habían pasado delante de él cuando un hombre de mediana edad alteró su paso por una fracción de segundo, volviendo la cabeza para apreciar que había un artista tocando música. Sí, el hombre siguió caminando, pero por lo menos era algo.

Medio minuto más tarde, Bell recibió su primera donación. Una mujer arrojó un dólar y se marchó. No fue hasta al cabo de un rato que alguien realmente se parase a escuchar lo que tocaba con tranquilidad.

En los tres cuartos de hora que Joshua Bell tocó, tan sólo siete personas dejaron lo que estaban haciendo para escucharle y disfrutar de la actuación, al menos por un minuto salvo una de ellas que le reconoció y se acercó a decirle que le encantaba cómo tocaba y que le había visto en un gran concierto.

Veintisiete dieron dinero, la mayoría de ellos sin detenerse, para alcanzar un total de 32$ y cambio. El resto de las transeúntes pasaron de largo sin molestarse si quiera a mirar. Nunca hubo una multitud de espectadores, como el propio Bell esperaba.

Lo más curioso es que tan sólo 3 días antes, Joshua Bell en un concierto llenó el Hall de Boston Symphony, donde los asientos cuestan de 100$ en adelante.

 

Si bien el estudio estaba enfocado en comprender cómo una construcción social tan poderosa como es el estatus influye en la percepción del arte o la música, a mí me llevó a reflexionar sobre lo que pasa en las empresas.

En el mundo laboral actual, estamos tan ocupados enfocados en lograr resultados y cumplir con las metas establecidas que a menudo no nos detenemos para prestar atención a los talentos de quienes trabajan con nosotros. Sin embargo, reconocer y aprovechar los talentos de las personas puede tener un impacto significativo en el desarrollo de estás, así como también en el éxito de una organización.

¿Por qué es importante darse cuenta de los talentos de las personas? En primer lugar, cada individuo tiene habilidades únicas y capacidades especiales que pueden ser utilizadas de manera efectiva en el entorno donde se desempeñan. Al reconocer y aprovechar estos talentos, las empresas pueden maximizar el potencial de sus colaboradores y ayudarles a alcanzar un desempeño óptimo.

Además, al darse cuenta de los talentos de los colaboradores, se fomenta un ambiente de trabajo positivo y motivador. Hace un par de años comencé a realizar una encuesta cuya pregunta es: ¿qué condiciones debe tener la cultura de una organización para que te entusiasmes? La respuesta que mas aparece es hacer lo que me gusta y esto, en general, correlación con los talentos que las personas tienen. Cuando los colaboradores sienten que sus habilidades y fortalezas son reconocidas y valoradas, se sienten más comprometidos y motivados para contribuir al éxito de la organización.

Entonces, ¿cómo podemos comenzar a darse cuenta de los talentos de nuestros colaboradores? En primer lugar, es importante crear un ambiente de seguridad psicológica donde los colaboradores se sientan cómodos compartiendo sus habilidades y fortalezas. De esta manera se fomenta el intercambio de conocimientos y se aprecia el valor de las diferentes perspectivas.

Además, es importante que los líderes se dispongan a escuchar y observar a los colaboradores de cerca. Muchas veces, los talentos y habilidades de los colaboradores pueden pasar desapercibidos si no se les da la oportunidad de demostrarlos. Observar las fortalezas de los colaboradores en situaciones cotidianas puede ayudar a identificar talentos ocultos y brindarles la oportunidad de desarrollarse y crecer profesionalmente.

No solo es importante darse cuenta de los talentos de las personas, sino también es importante fomentar un ambiente de aprendizaje continuo donde todos los colaboradores tengan la oportunidad de desarrollarlos. Esto se puede lograr a través de programas de capacitación y desarrollo profesional, mentorías y asignación de proyectos desafiantes que permitan a los colaboradores poner en práctica sus habilidades únicas.

En resumen, darse cuenta de los talentos de los colaboradores es fundamental para el éxito de cualquier organización. Reconocer y aprovechar el potencial de los colaboradores puede mejorar el desempeño individual y colectivo, fomentar un ambiente de trabajo positivo y motivador, y promover el crecimiento y desarrollo profesional. Al dedicar tiempo y esfuerzo para darse cuenta de los talentos de los colaboradores, las empresas pueden fortalecer su equipo y alcanzar nuevos niveles de éxito.

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