De regreso de mis vacaciones me enganche con una película en el avión que se llama “Una vida”, protagonizada por Anthony Hopkins y relata la historia de Nicholas Winton. Una historia real, emocionante y que no conocía.
Nicholas Winton fue un héroe británico, conocido por su papel clave en salvar a 669 niños, en su mayoría judíos, de los nazis en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. En 1938, Winton, un joven corredor de bolsa de Londres, tenía previsto irse de vacaciones a Suiza, pero, al enterarse de la difícil situación de los refugiados en Checoslovaquia tras la invasión alemana, cambió sus planes y se dirigió a Praga.
Allí, Winton fue testigo de las condiciones desesperadas de los refugiados, especialmente de los niños. Conscientemente del riesgo inminente, decidió actuar. Organizó una operación de rescate para trasladar a estos niños a Gran Bretaña, un proceso que implicaba la obtención de permisos de residencia y visas, encontrar familias adoptivas y gestionar el transporte. El esfuerzo fue titánico, especialmente porque trabajó casi en solitario, desde una pequeña oficina en Praga y luego desde su casa en Londres.
Entre marzo y agosto de 1939, Winton y su red lograron organizar varios trenes conocidos como "Kindertransports". El último tren programado para partir el 1 de septiembre de 1939 nunca salió, ya que Alemania invadió Polonia y estalló la guerra.
Después de la guerra, Winton nunca habló de su heroísmo, y su labor quedó prácticamente desconocida hasta 1988, cuando su esposa Grete compartió las listas que contenían los nombres de los niños que su esposo había rescatado medio siglo antes con una investigadora del Holocausto. Así fue como lo invitaron, junto a su esposa, a un programa televisivo donde se ve a ambos sentados en una tribuna rodeados de personas. Nicholas no sabía que todas las personas que lo rodeaban eran los niños que cincuenta años antes había salvado. Una situación muy emocionante.
Al hacerse pública su historia, Winton fue aclamado como un salvador, pero siempre mantuvo su humildad.
A menudo escuchamos a las personas decir: “esto es imposible”. En mi familia, esto es imposible. En mi país, esto es imposible. Mientras esa persona siga aquí, eso es imposible. En esta empresa, eso es imposible. Declaraciones que bloquean cualquier posibilidad de cambio o acción. Pero, ¿las cosas son imposibles porque realmente lo son o porque las consideramos imposibles, y entonces lo aceptamos sin más?
Pensemos en Nicholas Winton. Era un corredor de bolsa en Londres, con una vida cómoda, que se enfrentó a una situación extrema: salvar a cientos de niños refugiados, en su mayoría judíos, de un país invadido por los nazis. El peligro de vida era inminente, y a eso se sumaban los desafíos de conseguir visas, dinero, encontrar familias adoptivas y coordinar trenes para llevar a los niños a Londres, todo en una época donde las comunicaciones eran rudimentarias.
Ante esas circunstancias, muchos habrían declarado la tarea como imposible. Pero Winton, con plena conciencia de los riesgos y dificultades, decidió seguir adelante.
¿Qué fue lo que lo impulsó a no rendirse?
Primero, un profundo sentido de propósito. Como decía Viktor Frankl, padre de la logoterapia: “El hombre no inventa el sentido de su existencia, lo descubre”. Winton, en su viaje a Praga, encontró ese propósito. Al descubrir el sentido de su vida, las dificultades no desaparecieron, pero dejaron de ser una barrera definitiva. Cuando encuentras lo que da sentido a tu existencia, lo que parecía imposible se transforma en algo a lo que puedes aspirar, aunque el camino sea arduo y no siempre garantice el éxito. Pero lo que cambia es tu vida, porque ese vacío que tratamos de llenar con poder, placer o distracciones se desvanece.
En segundo lugar, la determinación y el coraje. Winton no solo tuvo la determinación de hacer lo que fuera necesario, sino también el valor para enfrentar los riesgos. Porque tomar decisiones valientes no es la ausencia de miedo, sino el acto de avanzar a pesar de él.
La historia de Nicholas Winton nos enseña que una sola persona, con un claro sentido de propósito, determinación y coraje, puede cambiar el destino de cientos, incluso en los tiempos más oscuros.
Y al final, nos deja una lección: lo imposible solo permanece como tal mientras lo aceptemos como un límite. Cuando descubrimos el sentido de nuestra vida, incluso lo que parece inalcanzable se vuelve posible. ¿Qué harías si dejaras de considerar lo imposible como un obstáculo?
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