Hace algunos años, mientras veía un episodio de la serie española Merlí, me encontré con un diálogo que me hizo reflexionar profundamente sobre el concepto de la felicidad. En esa escena, una profesora le dice a una de sus alumnas: "Para ser feliz, hay que ser egoísta". Esta afirmación me llevó a pensar en qué significa realmente ser feliz.
La idea de que el "egoísmo" puede ser necesario para alcanzar la felicidad sugiere que, en ocasiones, es crucial priorizar nuestras propias necesidades y deseos. Esto no implica desatender las necesidades de los demás, sino que resalta la importancia de cuidarnos a nosotros mismos para poder estar en equilibrio. De este modo, nos volvemos más capaces de ayudar a quienes nos rodean. Si constantemente postergamos nuestros propios deseos para complacer a otros, estamos viviendo una vida diseñada por los demás, no la nuestra.
No tengo dudas de que vinimos al mundo para ser felices, aunque está claro que cada persona experimenta la felicidad de manera diferente.
Muchas personas tienden a centrar su felicidad en el "tener", y su bienestar depende de lo que poseen. ¿Poseer qué, exactamente? Éxito, dinero, salud, relaciones duraderas... Estas son las personas que suelen decir: "Seré feliz cuando... tenga un coche nuevo, tenga la casa ideal, cuando disfrute más de mis amigos, cuando esté de vacaciones, cuando baje de peso, cuando, cuando...".
Desde mi perspectiva, el "tener" no es sinónimo de felicidad. ¿Acaso cuando esas personas consiguen lo que desean —el coche, la casa, el peso ideal, las vacaciones o los amigos— no empiezan a enfocarse en algo nuevo para volver a sentirse bien? Claramente, sí. Yo fui una de esas personas. Cada vez que lograba lo que me proponía, en lugar de disfrutarlo, ya estaba deseando algo nuevo.
Algunos estudios sobre ganadores de la lotería confirman esta teoría. Los ganadores, en un primer momento, experimentan una gran felicidad, pero al cabo de un año regresan a su estado emocional previo al premio. Es más, después de cinco años, en algunos casos, su situación emocional empeora debido a sentimientos de estrés e insatisfacción.
Martin Seligman, psicólogo y uno de los fundadores de la psicología positiva, ha investigado extensamente la felicidad y el bienestar. Junto a otros profesores de la Universidad de Pensilvania, sostiene que la felicidad es la suma de tres factores: el "set point" cerebral, las condiciones de vida y las actividades voluntarias.
El "set point" cerebral describe la tendencia de las personas a volver a un nivel habitual de felicidad, influenciado por factores genéticos. Si tu ADN te predispone a ser infeliz, con el tiempo tu mente desarrollará un mecanismo que te llevará a ver problemas en cada situación, lo que te hará aún más infeliz. No obstante, los investigadores aclaran que esto no es determinante: a través de herramientas como la terapia cognitiva, es posible "reprogramar" nuestro set point y fomentar una mentalidad más positiva. Podemos convertirnos en seres de transición aceptando el pasado y resignificando el futuro. Este componente representa un 40% de la fórmula de la felicidad.
Es importante subrayar que esto no significa eliminar las emociones comúnmente etiquetadas como "negativas", como la tristeza, el enojo o la culpa. Estas emociones son parte de la vida, y la felicidad no consiste en estar siempre en un estado de alegría constante.
El segundo componente de la fórmula son las condiciones de vida, es decir, el estilo de vida que llevamos. Y si esto te recuerda al “tener” del que hablaba antes, estás en lo correcto. Sin embargo, según los profesores, este factor solo influye entre un 7% y un 12% en nuestra felicidad.
El tercer y más importante factor son las actividades voluntarias, que impactan la felicidad en un 48% a 53%. Este componente está relacionado con nuestra “libertad de elegir”. Sí, la felicidad es una elección.
Como sostiene Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido: “…el verdadero éxito, al igual que la felicidad, no se persigue, sino que se sigue. Y esto solo es posible como efecto secundario de la dedicación a una causa mayor que uno mismo…”. Esa causa es el propósito, que nos permite sumergirnos en actividades significativas y gratificantes.
Si aún no has encontrado un propósito, recuerda que somos nosotros quienes elegimos las actividades que nos enriquecen y nos hacen sentir "vivos", y esta elección es fundamental para nuestra felicidad.
Para concluir, te dejo mi propia definición de felicidad:
La felicidad es la serenidad de vivir la vida que realmente queremos vivir.
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