Desde que la leí por primera vez, la historia de la vida de Helen Keller y Anne Sullivan me atrapó, emocionó y generó admiración por ellas.
Helen Keller fue una educadora estadounidense, defensora de los ciegos y sordos que recibió, durante su vida, muchos honores en reconocimiento a sus logros, tales como la Medalla de Servicio Distinguido Theodore Roosevelt en 1936, la Medalla Presidencial de la Libertad en 1964 y la elección al Salón de la Fama de la Mujer en 1965. Asimismo, recibió doctorados honorarios de la Universidad de Temple y la Universidad de Harvard y de las universidades de Glasgow, Escocia; Berlín, Alemania; Delhi, India; y Witwatersrand en Johannesburgo, Sudáfrica. Fue nombrada miembro honorario del Instituto de Educación de Escocia.
Es posible que estos logros no digan nada distinto respecto a biografías de otras personas. Pero, lo maravilloso de esta historia es que todos esos logros los alcanzó siendo sorda y ciega, sentidos que perdió debido a una enfermedad cuando tenía diecinueve meses de vida.
A los siete años de edad, y luego de una búsqueda realizada por los padres de Helen, llega a su vida Anne Sullivan, su maestra. Anne, quien fue abandonada por su padre luego de haber perdido a su madre a los ocho años y con una enfermedad ocular causada por bacterias que atacaban su poder visual, paso momentos terribles en el Tewksbury Almshouse junto a su hermano menor. Luego del fallecimiento de este y gracias a su carácter desafiante y su coraje logró que la trasladaran al Instituto Perkins, dedicado a la enseñanza de niños ciegos y sordos. Debida a su brillantez en muy poco tiempo logro cerrar las brechas en sus habilidades académicas y con la ayuda de algunos docentes que sabían como tratarla y desafiarla llegó a sobresalir académicamente. Al graduarse pronunció un discurso de despedida a sus compañeros diciéndoles: "Compañeros graduados: el deber nos invita a salir a la vida activa. Vayamos alegremente, con esperanza y seriedad, y nos preparemos para encontrar nuestra parte especial. Cuando la hayamos encontrado, voluntaria y fielmente llevémosla adelante ... "
Su parte especial, fue Helen Keller.
A través de un método, surgido de desafiar lo que había aprendido en el Instituto Perkins en Boston, Anne le enseñaba experimentando a través del tacto con los objetos y deletreando en la mano de Helen el nombre del objeto. Así aprendió la palabra "agua"; Anne llevó a Keller a la bomba de agua y colocó la mano de Keller debajo de la canilla. Mientras Sullivan movía la palanca para echar agua fría sobre la mano de Keller, ella deletreaba la palabra w-a-t-e-r en la otra mano de Keller. Keller entendió y repitió la palabra en la mano de Sullivan. Ese día, aprendió treinta palabras y nunca más se separarían hasta la muerte de Sullivan en 1936.
En 1903 publica su primer libro, una autobiografía llamada "La historia de mi vida" y al año siguiente se gradúa, convirtiéndose en la primera persona sordociega en obtener un título de Bachiller en Artes. A partir de allí, iniciaba un recorrido que la llevo a lograr los reconocimientos mencionados al inicio.
Durante su notable vida, Keller se presentó como un poderoso ejemplo de cómo la determinación, el trabajo duro y la imaginación pueden permitir que un individuo triunfe sobre la adversidad. Sullivan nos demostró la importancia que tiene la presencia de un maestro que facilite el desarrollo de una persona, si es lo que ama hacer y lo pone al servicio de otro. Tanto Keller como Sullivan son veneradas hoy en día en el Instituto Perkins. Helen Keller ha servido de inspiración para lo que es posible para los jóvenes sordociegos; Anne Sullivan ha servido de inspiración para los maestros que ayudan a estos estudiantes a alcanzar su potencial.
Una hermosa historia que dispara algunas preguntas: ¿hubiese sido Keller lo que fue de no existir en su vida Sullivan? ¿Sullivan hubiese logrado ser conocida si Keller no era lo que fue?
Nunca sabremos la respuesta. Pero, estoy convencido de que el desarrollo personal ocurre porque existe el maestro o líder que facilita el desarrollo y la persona que con determinación y disciplina lo logra. Ambos son necesarios e indispensables.
Hoy, más que nunca, las empresas necesitan líderes que faciliten el desarrollo de las personas que lideran.
Pregúntate: ¿Qué será de una empresa donde las personas que las conforman se desarrollan y crecen? ¿Qué será de los equipos cuyos integrantes progresan constantemente? ¿qué será del líder si sus liderados se desarrollan?
Mi respuesta a las tres preguntas es: ¡serán mejores!
Por eso me apasiona ser coach de líderes, porque en ellos está la responsabilidad de desarrollar a sus liderados para mejorar la comunidad donde actúan.
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