Una tarde gris de lluvia, esas tardes de otoño que no dan ganas de salir, te encuentra sentado cómodamente leyendo el libro que tanto querías leer. Estas disfrutando de la lectura, reflexionando sobre lo que lees mientras miras por la ventana la lluvia caer.
De repente, escuchas que en la cocina algo se rompió. Un estallido de vidrios te quita la paz y el disfrute. Te levantas automáticamente, entras a la cocina y ves a tus dos hijos que mientras te miran fijamente se apuntan mutuamente con su dedo índice y dicen al unísono: “fue él”
Preguntas: ¿quién fue? Y, nuevamente al unísono, escuchas: “yo no fui”
Por lo tanto piensas que el vaso en un acto desesperado decidió quitarse la vida y se tiro de arriba de la mesa.
Obvio que no fue así, pero cuantas veces hemos vivido o escuchado historias parecidas.
Convengamos que en chicos de temprana edad podemos aceptar ese tipo de respuestas, en personas adultas no deberíamos aceptarla. Sin embargo, muchas veces la compramos.
¿Cuántas personas que nunca se hacen cargo conoces? Yo muchas!!
Quienes nunca se hacen cargo, asumen la conocida postura de la víctima. El principal objetivo que las personas buscan al adoptar esta postura es la inocencia. Nada de lo que sucede o les sucede es responsabilidad de ellas. Todo es consecuencia de circunstancias externas.
Llegas tarde a una reunión programada, ¿cuál es la respuesta habitual que se da como motivo de la llegada tarde? El tráfico, una reunión que se extendió mas de lo esperado, etc.
¿Dónde esta puesto el foco? En lo externo, el tráfico o la reunión. Como eso es en parte verdad, la victima lo compra y así siente tranquilidad porque no ha sido su culpa.
Sin embargo, esta actitud tiene dos costos muy importantes: la impotencia y la resignación. Al no ser parte del problema poco puede hacer para solucionarlo y si eso es importante para él puede llevarlo a un estado de resignación. Su destino esta en manos de otros.
La gran pregunta es, ¿por qué adoptamos la postura de la víctima?
Desde mi punto de vista, comienza en la niñez. Considero que los padres con nuestra educación somos, en gran parte, responsables de eso.
Volvamos al ejemplo del principio. Si alguno de los dos hermanos asume la cupla de la rotura del vaso, posiblemente eso termine en un reto, penitencia o algo similar. En consecuencia, si te haces cargo te castigan.
En el ambiente laboral una cultura que castiga el error por lo general este compuesto de empleados que se echan la culpa unos a otros. ¿te resulta conocido?
Otro ejemplo de la niñez, un niño pequeño durante el almuerzo, sin darse cuenta, derrama el líquido sobre la mesa y, seguidamente, se pone a llorar. ¿qué hacen los padres? No llores, fue sin querer, un accidente. Ergo, el niño aprende que asumiendo una postura de pobrecito lo hace inocente.
En ambos ejemplos, la forma de educar tiende a evitar que esos niños se hagan cargo de lo que hicieron.
Ante situaciones similares en diferentes etapas de su crecimiento, la postura a adoptar sigue siendo la misma.
Como mencione antes, tomar esta postura a la edad de un niño es aceptable, en edad adulta es lamentable.
¿Cómo salir de esta postura?
Te lo explico en la newsletter de la próxima semana.
No obstante, te dejo una pregunta para reflexionar
¿es posible que alguien sea un líder sin hacerse cargo de nada?
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