“….las características del prisionero del campo quizá induzca a pensar que el hombre es un ser inevitablemente determinado por el entorno (en este caso, un entorno con una estructura insólita, con leyes dominantes y represivas infranqueables, a las que se debía someter). Pero ¿qué decir de la libertad humana? ¿No hay libertad de la conducta frente al entorno? ¿Es correcta la teoría que concibe al hombre como mero resultado de factores condicionantes, sean biológicos, psicológicos o sociológicos? ¿No es el hombre un producto accidental de esos factores? Y, lo que es más importante, las reacciones psicológicas de los reclusos ante el particular mundo del campo de concentración ¿demuestran que el hombre no puede escapar a la influencia de su entorno? ¿Carece el hombre, en tales circunstancias, de capacidad de elección si se limita o anula su libertad de actuar?
Se puede contestar a esas preguntas desde la óptica de la experiencia y también con arreglo a principios. La experiencia de la vida en el campo de concentración demuestra que el hombre mantiene su capacidad de elección. Abundan los ejemplos, a menudo heroicos, que prueban que se pueden superar la apatía y la irritabilidad. El hombre puede conservar un reducto de libertad espiritual, de independencia mental, incluso en terribles estados de tensión psíquica y física.
Los supervivientes de los campos aún recordamos a los hombres que iban a los barracones a consolar a los demás, ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fueron muchos, pero esos pocos son una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana —la libre elección de la acción personal ante las circunstancias— para elegir el propio camino...”
Esta historia fue narrada por Victor Frankl en su libro El Hombre en Busca del Sentido[i], un estremecedor relato sobre su experiencia en los campos de concentración nazi.
Hace aproximadamente veinte años, durante el proceso de certificación como coach ontológico, escuché por primera vez este concepto. Recuerdo que me pregunté: ¿Ud. me está diciendo que cada vez que en mi vida me sentí contento o triste, alagado o despreciado, fui yo quien eligió sentirse así? La respuesta fue: si, fui yo.
Lo mismo le ocurre a cualquier ser humano. Tenemos la libertad de elegir como responder a cada hecho que la vida nos presenta y de esa manera construir nuestro camino.
En las newsletters anteriores escribí sobre las actitudes de quienes se hacen o no se hacen cargo de lo que les sucede[ii], tomando una postura de victima o de protagonista. En esta newsletter intento mostrarte que la responsabilidad de tomar una postura u otra se encuentra en el ejercicio de la libertad de elegir que todos tenemos. Ergo, de vos.
Te cuento un caso muy habitual en la vida de las empresas.
En una sesión de coaching con un mando medio, un gerente de área me decía que no soportaba mas a su jefe, que sentía que estaba en su contra y que continuamente le enviaba mensajes que la hacían pensar que no quería que trabajará mas con él. Luego de algunos ejemplos que me dio, le pregunté:
¿de quién depende su actitud y sus mensajes? De él me respondió.
Cambiarlas, ¿de quien depende? Nuevamente me respondió: de él.
Si esas cosas dependen de él, ¿Qué podrías hacer que dependa de vos y te deje en paz?
A partir de que comenzó a conectarse con lo que podría hacer, que estaba bajo su influencia, su postura frente al problema cambió, tanto desde su corporalidad como su lenguaje. Dejo de ser víctima para a ser protagonista.
“La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no.” Epicteto.
Los filósofos estoicos sostienen que lo único que está bajo nuestro control son nuestros pensamientos y nuestras acciones. El resto no.
Viktor Frankl comenta en el libro citado anteriormente
“…Y allí (campos de concentración) siempre había ocasiones para elegir. Cada día, cada hora, brindaba la oportunidad de tomar una decisión, una decisión que estipulaba si uno se sometería o no a la presión que amenazaba con arrebatarle el último vestigio de su personalidad: la libertad interior. Una decisión que prefijaba si la persona se convertiría —al renunciar a la libertad y la dignidad— en juguete de las condiciones del campo, dejándose moldear por ellas hasta convertirse en el prisionero «típico»…”
La vida siempre te presentará ocasiones para elegir y en cada una de ellas se estará jugando tú liderazgo. Recuerda esto si quieres ser un líder responsable:
Siempre ante cada ocasión elije hacerte cargo.
La única garantía que te hará sentir orgulloso de vos mismo, es siempre elegir seguir tus valores mientras persigues el éxito.
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