Un día porque lo buscamos, y deseamos, nos convertimos en papá.
A partir de ese día comienza un viaje, el viaje del liderazgo, el liderazgo paterno. Un viaje para el que no estamos preparados, porque nadie nos enseño, solo lo vivimos y vimos de que se trata observando a nuestro padre, aunque nunca le hayamos prestado atención.
Durante el viaje tendremos diferentes roles, acordes a los tramos del mismo. En la primera parte, tendremos el rol de educador donde ayudaremos a que nuestros hijos adquieran determinadas habilidades, aprendizajes, comenzaremos a inculcarles valores, que nos acompañarán todo el viaje, y sobre todas las cosas desde ese momento vamos a estar convirtiéndonos en el ejemplo de ellos.
Avanzando en el viaje vamos a ir soltando el rol de educador para convertirnos en compañeros. Un compañero que da autonomía, pero con responsabilidad porque todavía seguimos teniendo algunas cosas del educador y marcamos esos valores que esperamos que nuestros hijos respeten. El es rol de las conversaciones, del apoyo, de estar presentes, de la comprensión, la empatía, porque seguramente en esta parte del viaje es donde nuestros hijos tienen más dudas. Pero, a la vez, es el tramo más complejo porque puede que no quieran nuestro acompañamiento y debemos respetarlo. Eso sí, sin desentendernos.
Llega un momento del viaje donde tenemos que soltarlos porque ya están listos y preparados para salir a la vida, a sus vidas. Esa vida ya no depende de nosotros como papá, sino de ellos. Ahí es donde debemos asumir el rol del sabio, tener la sabiduría de permitir que ellos puedan desarrollar sus talentos, a través de aquellas cosas que los apasiona hacer, aunque nosotros, los padres, estemos o no de acuerdo. Empieza el rol del facilitador, que solo estamos cuando ellos necesiten que estemos, y eso sí, los alentaremos continuamente a que vayan por sus sueños.
Y luego llega la última parte viaje, donde sentiremos que somos doblemente padres, aunque en realidad seguiremos siendo uno. Es la etapa de ser abuelo y ese liderazgo es del observador y del niño a la vez. Observamos, como el fruto de nuestro viaje se ha concretado en la vida de nuestros hijos y jugamos con nuestros nietos permitiéndoles hacer cosas que seguramente a nuestros hijos no les permitíamos.
El viaje en algún momento llega a su fin, es inevitable. No obstante, si hicimos bien las cosas, viviremos en los gratos recuerdos de ellos, estaremos presentes aunque no estemos. Ese es el rol de la trascendencia, el único rol que posiblemente, quien lo sabe, no disfrutaremos. Pero es el sello de un gran viaje.
No hay nada más maravilloso que él liderazgo paterno y nada más lindo que ser padre.
En el tramo del viaje que estés, disfrútalo. ¡FELIZ DIA DEL PADRE!
Dedicado a Héctor, mi viejo.
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