Cuando estudiaba en la universidad para recibirme de contador me enseñaron que para administrar una empresa había que gestionar funciones, la función de ventas, la de administración, la de producción, la de logística, etc. y que si se administraba financieramente bien, había muchas posibilidades de que la empresa llegue a buen puerto. Además me enseñaron que para tener éxito había que ascender en la escala jerárquica de la organización, cuanto más alto llegabas mas prestigio y poder tenías, más importante eras y generabas un ingreso que te permitía mejorar la calidad de vida. Esto que me enseñaban en la facultad coincidía no sólo con lo que sucedía en la empresa que trabajaba, sino también con aquellas que me relacionaba. (hoy hay muchos que siguen pensando igual)
Gracias a grandes maestros que tuve y mi curiosidad por el liderazgo, efectivizada a través de la lectura de una gran cantidad de libros, aprendí que detrás de cada función existe una persona, que las personas no sé gestionan, las personas se lideran y lo que se gestiona son las cosas. Que si a esas personas les facilitamos su desarrollo, su crecimiento dentro de una cultura sustentada en valores, y administramos financieramente bien la empresa, íbamos a lograr mejor éxito del que me habían enseñado en la facultad.
Con esas ideas asumí como CEO de una empresa, las apliqué y te garantizo que funcionan. La cultura centrada en valores produjo un muy buen ambiente de trabajo, el foco centrado en el desarrollo de las personas generó entusiasmo y gracias a una buena administración financiera obtuvimos la rentabilidad que esperábamos tener.
Pero un día me echaron y, como a todo CEO que echan, contrataron un abogado para que me acompañe hasta mi salida. Mientras retiraba mis cosas de la oficina y el abogado controlaba vaya a saber qué, entraban personas para despedirse. Tristes me abrazaban, algunas con lágrimas en los ojos. Cuando nos quedamos solos el abogado me dijo: he estado muchas veces en situaciones como esta, pero nunca vi una cosa igual, debes haber hecho un muy buen trabajo.
Ese día, con las palabras del abogado, entendí de que se trataba el liderazgo y de que se trataba el éxito. Me acordé de las palabras de Maia Angelou, la gente olvidara lo que dijiste, olvidara lo que hiciste pero nunca va a olvidar lo que los hiciste sentir.
Estoy convencido de que el liderazgo debe desarrollar un círculo virtuoso que inicia con poner el foco en las personas, que puedan desarrollar sus talentos, que sean bien tratadas, que se las reconozca, que se les pague justamente para que todos los días vuelvan a sus casas sintiéndose orgullosas, lo que redundará en ser mejores padres/madres, esposos/esposas, hijas/hijos. Como consecuencia de este enfoque, esas personas se van a poner la camiseta de la empresa y si esto sucede van a producir productos o brindar servicios de calidad y cuidarán a los clientes de tal forma que estos se fidelicen con la empresa. Si se administra financieramente bien, ese círculo se cierra con la rentabilidad que los accionistas esperan.
Por lo tanto, la creación de este círculo virtuoso, en un marco de valores, produce que los accionistas, los empleados, los clientes e incluso los proveedores estén contentos. En definitiva, se trata de equilibrar el valor económico con el valor humano.
Cierro esta historia con estas palabras para que reflexiones.
¿Te gustaría que tus hijos, o algún ser querido si es que no tienes hijos, tuvieran un jefe que los maltrate, que les pague injustamente, que los estrese y que cada día regresen a sus casas enojados? Si eres como la mayoría de las personas, lo mas probable es que respondas que no.
Entonces piensa, cuando vuelvas a tu empresa, que las personas que están bajo tu responsabilidad son hijos, o seres queridos, de alguien que quiere exactamente lo mismo que vos para sus hijos, o sus seres queridos, y lidéralos en consecuencia.
Ese es el inicio del círculo virtuoso.
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