Durante mi carrera universitaria me enseñaron, entre otras cosas, que en las empresas hay que gestionar funciones y que el éxito se logra por el prestigio que te da ascender en la escala jerárquica y el dinero que percibes por ello. En los primeros años de mi vida laboral veía en diferentes empresas justamente lo que había aprendido.
Sin embargo, gracias a grandes maestros y a mi dedicación por la lectura, aprendí que detrás de cada función de la empresa hay una persona que logra resultados, que las funciones se gestionan pero las personas se lideran y que el éxito era facilitar el crecimiento de estas.
Además, nunca me enseñaron a inspirar ni a cuidar de ellas, pero aprendí que para inspirar hay que abrir el corazón y para cuidar a las personas hay que hacerlas sentir importantes.
Con esas ideas aprendidas me convertí en CEO de una compañía y las apliqué, logrando una cultura organizacional sustentada en valores y con foco en las personas mientras éramos rentables.
Pero después de seis años, me echaron. Y como cuando echan a un CEO hay que ponerle un abogado, yo también tuve uno en mi oficina mientras recogía mis cosas. Durante ese proceso, entraban personas a despedirse, me abrazaban tristes y con algunas lágrimas. Ese fue uno de los momentos más emotivos de mi vida.
Cuando nos quedamos solos el abogado me dijo: “Estuve en muchas situaciones como esta, nunca vi nada igual. Debes haber hecho un gran trabajo”
Ese día entendí de que se trata el Liderazgo, que significa el éxito y que lo aprendido de grandes maestros se puede hacer realidad.
Como dice Rachel Botsman: “Las compañías efectivas funcionan como comunidades de seres humanos, no como colecciones de recursos humanos.”
Estoy convencido, gracias a Bob Chapman CEO de Barry-Wehmiller, que los negocios pueden ser la fuerza más poderosa para el bien si los líderes aceptaran la asombrosa responsabilidad del liderazgo: cuidar, desarrollar y reconocer a quienes lideran. De adoptar esta responsabilidad, las personas volverán diariamente a sus casas con el orgullo de sentirse valiosas, lo que impactará en sus relaciones familiares y, por ende, la comunidad y el país donde viven mejoran.
El vehículo para lograrlo es la construcción de empresas conscientes cuyo propósito sea producir felicidad a largo plazo a través del servicio.
Para finalizar, les dejo dos preguntas para reflexionar:
¿Cuántos de Uds. quieren que los jefes de sus hijos los maltraten, estresen, les paguen injustamente, no los reconozcan y los castiguen? Seguramente, como la mayoría de los mortales, ninguno querrá que eso suceda.
Por lo tanto, piensen que las personas que lideran son hijos de alguien que desea lo mismo que Uds. desean para sus hijos y cuestiónense, ¿Cómo estás tratando a las personas que lideras?
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