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Foto del escritorGustavo Picolla

¿Somos un equipo?



En un tranquilo valle rodeado de altas montañas, había un pueblo llamado Armonía.

En medio del pueblo se erguía un majestuoso roble, cuyas ramas se extendían hacia el cielo como los brazos de un gigante acogedor. Bajo la sombra fresca de este árbol, se reunía el Consejo de Armonía, un grupo de sabios que guiaba y velaba por el bienestar de la comunidad.

Un día, una gran tormenta azotó el valle, dejando a su paso una devastación sin igual. Los campos de cultivo quedaron arrasados, los caminos bloqueados y las casas dañadas. La gente de Armonía se enfrentaba a una crisis sin precedentes.

Frente a esta adversidad, el Consejo de Armonía convocó a todos los habitantes del pueblo para una reunión urgente bajo el roble centenario. Allí, entre murmullos de preocupación y gestos de solidaridad, surgió una idea brillante: formar equipos de trabajo para reconstruir el pueblo.

Pronto, grupos de vecinos se organizaron y se dispersaron por todo el valle, cada uno con una tarea específica por cumplir. Algunos se dedicaron a despejar los caminos, otros repararon las casas dañadas, mientras que unos más plantaron nuevas semillas en los campos devastados.

En medio de esta labor titánica, destacaba un equipo formado por cuatro jóvenes amigos: Maya, Pablo, Ana y Carlos. Juntos, se embarcaron en la tarea de reconstruir el puente que conectaba ambos lados del río que atravesaba el pueblo.

Maya era ingeniosa y creativa, ideando un plan para reconstruir el puente con los recursos disponibles. Pablo, fuerte y habilidoso, lideraba la construcción con determinación y destreza. Ana, paciente y meticulosa, se encargaba de medir y cortar la madera con precisión. Y Carlos, amable y servicial, coordinaba el transporte de materiales y ofrecía ayuda donde se necesitara.

Día tras día, el equipo trabajaba incansablemente, superando obstáculos y desafíos con ingenio y cooperación. Se apoyaban mutuamente, compartiendo risas y cansancio por igual, sabiendo que juntos eran más fuertes.

Finalmente, después de semanas de arduo trabajo, el puente quedó completamente reconstruido, más fuerte y resistente que antes. Cuando la comunidad de Armonía vio el resultado de los esfuerzos del equipo, estallaron en aplausos y vítores de alegría.

El trabajo en equipo no solo había reconstruido el puente, sino que también había fortalecido los lazos de amistad y solidaridad en el pueblo. Desde ese día en adelante, en el valle de Armonía, la lección quedó grabada en el corazón de cada habitante: cuando trabajamos juntos, no hay obstáculo que no podamos superar.

 

Trabajar juntos esa es la cuestión y el cuento nos brinda las claves: diferentes capacidades con un objetivo claro en un buen ambiente de trabajo donde fluye el ingenio y la cooperación.

¿Es esto lo que sucede en las organizaciones?

En la mayoría no. En una típica reunión de equipo con su jefe, los asistentes se muestran cordiales, amables, colaborativos, haciendo como que todo esta bien y por lo general diciendo a todo que sí. Sin embargo, cuando salen de la reunión comienzan las conversaciones denostando la reunión y a muchos de los asistentes. Unos hablan mal de los otros, otros echan culpas de lo que pasa a los demás y no falta aquel que va a ver al jefe para contarle todo lo que pasa fuera de la reunión. Y lo peor es que el jefe lo escucha. Es imposible trabajar juntos en forma efectiva en estas condiciones.

¿De quien es la responsabilidad de que todos estos comportamientos sucedan?

Del jefe por supuesto.

Siempre, y en todo lugar, quien lidera es el responsable de lo que pasa en el equipo.

Ahora, ¿Cómo resolver el dilema para que puedan trabajar juntos?

El jefe debe hacerse cargo y elegir el liderazgo. Eso implica construir desde la humildad un ambiente donde cada uno de los integrantes del equipo pueda hablar con la seguridad de que será bien tratado y no escuchando a quienes vienen con chismes. Debe ser él quien traiga el problema a la mesa, invitando a todos a participar en la solución, respetando, y haciendo respetar, el buen trato hacia quien participa.

Logrado el ambiente, debe trabajar en la confiablidad del equipo de trabajo, entendiendo por tal la confianza de que cada integrante tiene la capacidad para hacer lo que debe hacer. Posiblemente esta conversación genere algún tipo de conflicto, el que solo puede resolverse dentro del ambiente de seguridad creado.

En un ambiente seguro y confiable el equipo esta en condiciones de definir su propósito, los objetivos que deba lograr, realizar las acciones para alcanzarlos y, lo más importante, rendirse cuentas.

Ahora sí, en estas condiciones podrán decir: ¡Somos un equipo!

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